1. Presente incierto.
Llegué a los 40 años soltera.
No era una desgracia, porque peor hubiese sido un matrimonio forzado, un pacto familiar con alguien no de mi gusto o la infelicidad por ser como el resto. Como había tenido relaciones amorosas y sexuales, no era un fracaso, aunque para algunos, lamentablemente, sí. Pero tener una boda e hijos con el no elegido, para mí era peor que seguir sola. Además, habían aumentado el número de casos de violencia de género y doméstica, y muchos hombres habían cambiado sus ideas, comportamiento y educación desarrollando unas ideas bastante insanas de someter a la mujer en demasiados aspectos, algo así como "esclavizarlos" o someterlas y no precisamente de forma divertida como se educaba en el área sexual de pareja en algunos libros de relaciones amorosas y sexuales, de forma sana, y manteniendo una relación de igualdad y comunicación, expresión y aceptación de las personas cada una con su forma de ser, sino justamente, en el mal modo.
A veces le veo. Ni sé su nombre, ni edad, y no sabía si preguntarle primero, si algún día me atrevío, la identidad, si es policía, si está casado o si tiene alguna infección de transmisión sexual, como el papiloma o vih, que muchos al menos ya no ocultaban o disfrazaban la situación con otras excusad. Porque hoy en día y, tras tantos años de liberación y poco uso de preservativo, nuevas infecciones, poco cuidado y engaños, hasta el más guapo podía estar contagiados. Me preocupa más que el estado civil: sabiendo que muchos estaban hartos de sus matrimonios y parejas, quizás estuviese divorciado. Creo que elunes que salí en la televisión el también, al lado de una planta. A lo mejor me confundo. Aunque me lo quedo igual, podría hacerle ghosting y cachondeo siendo novios, de forma divertida, y otras actividades, como en los años 40. Pero también es cierto que la infidelidad y la relación abierta estaba de moda, y a veces la separación o divorcio resultaba costosa y no siempre factible, especialmente cuando los hijos, el estatus social y la familia primaban por encima del sentimiento. Y eso no me gusta, y quita la sonrisa.
Aunque es cierto, no he perdido la ilusión de casarme, aunque, tampoco es la desesperación, ni un requisito a descartar por quien quizás no desee otra vez pasar por el altar religioso o católico o ambos, pero sí que sigo con la idea de esa pareja "para siempre felices" que un día creé en mi mente, en mi marketing personal, realista y factible, que no es ni una utopía ni una alucinación, aunque no el modelo ni objetivo de todos, pero espero algún día poder vivir, si es mutuo. Quizás, con él. A saber.n
Pero aun queda mucho que contar. Más: en los próximos capítulos.
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