20. El enfado
Han pasado 4 días. Es sábado, estoy a punto de cerrar la tienda, y no sé nada.
Vuelvo a casa. Sola, y, de repente:
- Hola, he llegado tarde. Quería darte una sorpresa.
- ¿Te has divorciado?- le pregunto, riendo.
- A ver... Sigo soltero, y en 4 días no he tenido descanso. Me he quedado sin batería en este turno porque ayer no sé cargó bien y...
- No pasa nada, la otra era muy fogosa...
- No. Y no se te ocurra decir eso- me dice enfadado.- Si hubiese otra, te lo diría claramente. Pero no la hay, y no quiero que tengas ideas que no son. Mi trabajo es serio y necesito también descanso, momentos sólo. Como tú eres muy independiente, sé que lo entenderás. Y por eso estaba tranquilo contigo, pero si empiezas con esto...
- No, no. Ya callo. Era...
- Ni bromees. Debes confiar en ti como se que tú lo harás conmigo. O lo haces.
- Porque tus amigos policías me espian- le recuerdo divertida, pero...
- ¿Te molesta que haya gente que te cuide? ¿Que haya gente que se molesta en velar por la seguridad?
- No- ya paro. No está de humor, y mejor callo.
- Podríamos mirar lo de la academia, pero vamos a cenar antes. Vamos a un bareto barato con terraza.
- El kebab cercano al Rivoli. Te invito yo, que hoy puedo.
- Será un placer.
Pasamos la velada de un sábado juntos, ahora ya con más bromas, y una noche muy fogosa, sexual, placentera, ardiente... igual que la mañana siguiente de domingo. Nos quedamos en casa, viendo películas, relajándonos, compartimos un baño espumoso donde lo seguimos haciendo, y ya la siesta tras la comida, con la televisión puesta.
A las 19h, antes de la cena, sale.
- Tengo turno a las 20h. Te cojo unas galletas, ya cenaré por allí, pero para esta noche me conviene tener algo. Ya te llamo.
Y, durmiendo desde que cierro la puerta, hasta el día siguiente no despierto, cansada pero feliz, con un mensaje de "Portate bien" en el móvil.
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