22. La playa

Vuelve a ser sábado noche, y voy a la playa a pasear. Sí, poca comunicación, pocos turnos compatibles y hoy, sin plan ni sorpresa, sabiendo que trabaja mañana por la mañana y no sabe cómo lo tiene.

Pienso que es un posible adiós, de nuevo. Pienso que no seguiremos, puede que no sea el momento de iniciar nada más, también es cierto que tenemos una edad de habernos acostumbrado de estar viviendo solos, y, aunque yo aun tengo mis objetivos, noto que me amoldo más y últimamente, aunque siempre todo es muy guay y diferente, quizás una monotonía en la que puede que sólo coincidiéramos para decir "buenos días" o "buenas noches", me vale. Pero también es pronto por exigir, pedir, y, pese a mis deseos, pronto.

Vuelvo a casa, sin más, sin noticias. Me cuesta dormir cuando es la hora. Tomo una tisana. Vuelvo a mirar el móvil sin éxito, y, contando y pensando lo que mañana quiero hacer, me duermo.

A la mañana, recuerdo el sueño.

Ambos estamos pensando el uno en el otro, y, son miedo a lo que me dirá, le pregunto por vernos. Asume que, pese a estar cansado, agradece la petición. 

- ¿Vamos a la playa?- le pregunto.

Viene a buscarme. Llevo una toalla y una botella de agua. Es de noche, no estaremos mucho, pero nos sentamos y tumbamos, mirando el mar, las estrellas y las luces. Casi no hablamos, pero estamos juntos, descansando, en ambiente natural. Tan felices, que no nos pasa el tiempo, quedando inmortalizados en dicho paisaje, felices juntos, con alguna que otra broma momentánea.


Pero no es más que un sueño, y prefiero esperar que sea el quién me dé la nueva instrucción, si la da...

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